Como un metrónomo que marca el tempo, un zumbido familiar que despierta mis sentidos. Un haz de luz horizontal amanece en mis párpados, deslumbrándome en la penumbra de mi habitación. Reaccionando unos segundos más tarde el resto de mi cuerpo...
Con gran tedio pienso...¡Ya es hora de levantarse!
Me regalo el aroma de un café recién hecho, una ducha y ropa limpia, mientras ordeno mis pensamientos y medito... ¿Ya estoy despierto?,¡No sé si descansé lo que debiera, pero tras el primer sorbo, me siento capaz de comerme el mundo! Entonces dibujo una sonrisa... tal vez, la más sincera, esa que, a mi pesar, no suelo mostrar, es íntima y personal...
Repleto de energía me dirijo a mi puesto, y de compañía la fragante brisa del atardecer. La misma rutina, a la misma hora, con precisión milimétrica y ya estoy..., mi segundo hogar, aquí pasaré el resto de mi jornada.
Acomodado en la incomodidad, pongo todo en marcha. Pitidos, chasquidos, ordenando el caos, todo programado como la mejor coreografía, giro la llave y todo cobra vida... Escucho en el silencio su despertar y me dejo seducir por su perfecto y acompasado ronroneo.
Me pongo en marcha, giros y más giros, siguiendo un sendero de asfalto con todos mis sentidos alerta. No puedo despistarme, procuro anticiparme en lo que veo, no me gustan las sorpresas en este trabajo, no está demás estar tan alerta.
Veo en la parada como poco a poco el Sol me ameniza con su ocaso, - ¡Nos veremos dentro de unas horas! - pienso, y vuelvo a sonreir en la intimidad de mi vehículo.
Todo sigue siendo una rutina, esperar el próximo servicio. Las charlas más o menos coherentes con los compañeros, a veces tan superficiales y vanas, pero al fin y a cabo tan necesarias para pasar estas largas noches de invierno.
¡Comienza a llover...!
Me refugio en la soledad de mi habitáculo, prefiero esta soledad ahora, la agradezco, nada de compañía. Termino de repasar mis números, mientras escucho el golpear de cada gota en los cristales, y me hundo en el más profundo de los silencios. Dejo la mirada perdida, borrosa, destellos de luces se reflejan en cada una de las lagrimas que veo frente a mi. Es casi algo divino, y lo disfruto, en silencio...
No puedo evitarlo, pero son esos momentos, donde te abraza la tristeza, te ilusionas con tus sueños, te martirizas con tus fracasos, y quieres borrar todo eso de tus pensamientos. De golpe, todo vuelve a su orden, desaparece ese caos de tu cabeza cuando sin querer, veo reflejado en un espejo, allí, en el horizonte, la alborada de un Sol dispuesto a dar calor a mi alma... ¡Si! Entonces dibujo mi sonrisa y pienso ¡Como te echaba de menos¡
Un saludo, y..., ¡BUEN SERVICIO! ;)
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